La conducción de furgonetas ha crecido notablemente en los últimos años, tanto por motivos laborales como por el auge de los vehículos camper. Lo que muchos conductores desconocen es que, aunque las furgonetas se parezcan a un turismo de gran tamaño, su peso y dimensiones determinan qué tipo de carnet es necesario para conducirlas. En los concesionarios y empresas de alquiler es habitual oír que “con el carnet B vale”, pero esa afirmación no siempre es cierta. El tamaño y, sobre todo, la masa máxima autorizada (MMA) de cada modelo marcan una frontera legal precisa. Superarla sin la autorización correspondiente puede derivar en sanciones, la inmovilización del vehículo o incluso responsabilidades penales en caso de accidente.
A pesar de que la normativa es clara, la confusión entre los conductores sigue siendo generalizada. Muchos no son conscientes de las limitaciones reales del carnet B ni de cómo el tamaño y el peso del vehículo condicionan su uso legal. Las furgonetas modernas son más grandes, están mejor equipadas y pesan bastante más que las de hace unas décadas, pero la normativa no ha evolucionado al mismo ritmo. Ese desajuste entre la ley y la realidad hace que cada vez más usuarios circulen cerca del límite de lo permitido sin saberlo, asumiendo riesgos que van desde una simple sanción hasta la pérdida de cobertura en caso de accidente.

Tres mundos bajo la misma palabra: furgoneta
El mercado de las furgonetas puede dividirse en tres grandes ligas, aunque en la calle las llamemos igual. Las pequeñas, como la Citroën Berlingo, la Renault Kangoo o la Volkswagen Caddy, se conducen sin problema con el carnet B. Son ágiles, ligeras y rara vez superan los dos mil kilos de masa máxima autorizada (MMA). Las medianas, como la Ford Transit Custom, la Mercedes Vito o la Renault Trafic, también pueden conducirse con el permiso B, pero se mueven en un terreno más delicado. En sus versiones más equipadas o camperizadas se acercan tanto al límite de los 3.500 kilos que cualquier mueble, depósito o accesorio extra puede dejarlas fuera de lo legal.
Por último, las grandes, como la Volkswagen Crafter, la Fiat Ducato, la Iveco Daily o la Mercedes Sprinter, son las que más confusión generan. Una Crafter 35 o una Ducato 35 están justo en el umbral de lo permitido con el carnet B. Sin embargo, una versión 40 o 50 del mismo modelo ya requiere el permiso C1. Visualmente apenas se distinguen, pero legalmente pertenecen a mundos distintos. Esa confusión, unida a la falta de información, explica por qué muchos conductores creen estar dentro de la norma cuando en realidad no lo están.
El carnet B tiene un techo claro: 3.500 kilos de MMA y hasta nueve plazas, incluido el conductor. Ese límite se estableció hace décadas, cuando una furgoneta de reparto apenas superaba los dos mil kilos. Hoy, sin embargo, la mayoría de las furgonetas medianas pesan entre 2.800 y 3.400 kilos vacías. Una vez cargadas con equipaje, pasajeros y equipamiento, el margen desaparece. Esa evolución del mercado ha dejado al carnet B peligrosamente cerca de la obsolescencia.

Lo que dice la ley y cómo se aplica en la carretera
La Dirección General de Tráfico (DGT) clasifica las furgonetas como vehículos N1 si transportan mercancías y no superan los 3.500 kilos de MMA, y como N2 si exceden esa cifra. Las campers, por su parte, suelen homologarse como M1 (vehículo vivienda), lo que les permite circular a 120 km/h en autopista. Pero esa clasificación no altera el peso permitido: el carnet B sigue limitado a 3.500 kilos, sea cual sea la categoría del vehículo.
Cuando se supera ese umbral entra en juego el permiso C1, que permite conducir vehículos entre 3.500 y 7.500 kilos. Por encima, el C cubre los camiones pesados. Si además se arrastra un remolque que haga que el conjunto supere los 4.250 kilos, el carnet necesario será el B+E o, en su caso, el C1+E. Todo está perfectamente regulado, aunque pocos conductores conocen los detalles.
El número de plazas también influye. Si el vehículo tiene más de nueve asientos, incluyendo al conductor, el carnet que corresponde es el D1 o el D, reservado al transporte de personas. Da igual que se use como furgo privada o para trabajo: lo que cuenta es la homologación que figura en la ficha técnica.
La falsa sensación de que “con el B vale”
El error más común es pensar que mientras la furgoneta esté matriculada con una MMA de 3.499 kilos, todo está en regla. La normativa se refiere al peso máximo autorizado, no al real, y la mayoría de las furgonetas cargadas lo superan con facilidad. Muchos comerciales y particulares lo saben, pero prefieren mirar hacia otro lado. La realidad es que conducir un vehículo que supera su MMA, aunque sea por unos pocos kilos, puede suponer una infracción grave y, en caso de accidente, la pérdida de cobertura del seguro.
Un ejemplo ilustrativo es el de un propietario de una Iveco Daily camperizada. La matricularon en 3.500 kilos para poder conducirla con el B. Pesada en una báscula, con depósitos llenos y dos pasajeros a bordo, marcó 3.870 kilos. Legalmente, eso la convertía en un vehículo para el que necesitaba el C1. Tuvo un accidente leve, el seguro indemnizó al contrario y luego le reclamó 12.000 euros. Tenía carnet B, pero no estaba habilitado para conducir el vehículo tal como circulaba. Es un caso extremo, pero real. Y más habitual de lo que parece.

Conducir sin el carnet adecuado: consecuencias reales
Conducir un vehículo sin el permiso exigido no es una simple falta administrativa. El artículo 384 del Código Penal lo considera delito si el conductor carece del permiso necesario, con penas que pueden llegar a prisión o multas económicas. En los casos más leves, cuando se trata de un error por desconocimiento o exceso mínimo, la sanción suele quedarse en multa e inmovilización del vehículo. Pero las consecuencias no acaban ahí. Si el conductor provoca un accidente, el problema se multiplica.
El seguro, ante un siniestro con un conductor no habilitado, puede negarse a cubrir los daños propios y reclamar las indemnizaciones abonadas a terceros. Es lo que se conoce como derecho de repetición. En la práctica, significa que la compañía paga para cumplir la ley y después pasa la factura al conductor o al titular del vehículo. En un accidente con víctimas o daños importantes, la cifra puede ser ruinosamente alta.
El papel del seguro: cuando la letra pequeña se impone
Todas las pólizas de seguro incluyen una cláusula que exige que el conductor esté en posesión del permiso adecuado. No hay excepciones. Es una condición de validez del contrato. Si el conductor no cumple ese requisito, la aseguradora puede rechazar cualquier cobertura. Incluso los seguros de alquiler o los todo riesgo lo especifican de forma expresa. Conducir sin carnet adecuado equivale, a efectos prácticos, a conducir sin seguro.
Por eso, antes de ponerse al volante de una furgoneta alquilada o comprada de segunda mano, conviene revisar su ficha técnica. Un vehículo que a simple vista parece un modelo más, puede estar matriculado en una versión de mayor carga y requerir un permiso distinto. También conviene preguntar por el peso real, porque una furgo cargada con mobiliario camper o herramientas de trabajo puede dejarte fuera de la cobertura sin que lo sepas.
Camperización: el sueño que a veces pesa demasiado
La camperización ha puesto de moda una categoría nueva de problemas legales. Transformar una furgoneta en vivienda es una aventura apasionante, pero también un riesgo si no se controlan los pesos. Cada mueble, cada depósito, cada batería suma kilos. Y esos kilos cuentan. Muchas furgonetas medianas homologadas con 3.500 kilos de MMA acaban pesando cerca de 3.800 en orden de marcha. Esa diferencia puede suponer una multa, una ITV desfavorable o una anulación de la cobertura del seguro.
En los últimos años, los controles de peso se han intensificado. La Guardia Civil dispone de básculas portátiles y puede sancionar o inmovilizar vehículos que superen su MMA. Las sanciones varían según el exceso: de 200 euros si es leve hasta más de 4.000 si supera el 20 %. Además, el exceso de peso compromete la seguridad. Una furgo sobrecargada frena peor, gasta más, y su estabilidad se reduce drásticamente. La legalidad y la física, en esto, van de la mano.

Por eso siempre es recomendable pesar el vehículo en una báscula antes de emprender un viaje largo. Saber cuánto pesa de verdad una camper cargada puede evitar sorpresas desagradables. La ficha técnica dice cuánto puede, no cuánto pesa. Y la diferencia es vital.
Seguridad y experiencia: el carnet no enseña física
Aunque la ley permita conducir una furgoneta grande con el carnet B, eso no significa que todos los conductores estén preparados para hacerlo. Las inercias, la distancia de frenado, el radio de giro o la sensibilidad al viento lateral son completamente distintos a los de un turismo. En autopista, una racha de viento o el rebufo de un camión pueden mover una furgoneta alta medio metro. Y en ciudad, calcular el espacio para girar o aparcar requiere otra manera de mirar.
El permiso B te autoriza, pero no te entrena. Esa es la diferencia. Conocer el tamaño y el peso del vehículo no es solo una cuestión legal: es también una cuestión de seguridad.
El futuro del carnet B+: una excepción necesaria
La Comisión Europea lleva tiempo trabajando en una actualización del permiso B para adaptarlo al peso de los vehículos eléctricos. Muchos modelos, como la Fiat eDucato o la Mercedes eSprinter, superan los 3.500 kilos debido al peso de las baterías, aunque su tamaño sea idéntico al de las versiones diésel. Para no penalizar la transición eléctrica, se plantea ampliar el límite del carnet B hasta los 4.250 kilos en vehículos de cero emisiones.
Esa medida, que ya se aplica en parte de Europa, podría consolidarse también en España. Sería un respiro para fabricantes y usuarios, sobre todo para el segmento camper, que sufre especialmente la rigidez de la normativa. Pero mientras llega esa actualización, el consejo sigue siendo el mismo: mirar la ficha técnica, entender la categoría del vehículo y respetar los límites del carnet.
En resumen, la línea entre lo que se puede y no se puede conducir con el carnet B se ha vuelto difusa. Las furgonetas han crecido en tamaño y peso, pero la ley no ha cambiado. Eso hace que muchos conductores circulen al límite sin saberlo. El peso, más que el motor o el tamaño exterior, es lo que determina la legalidad. Y el desconocimiento no exime de responsabilidad. Conducir sin el permiso adecuado puede parecer una simple irregularidad, pero las consecuencias pueden ser graves: multas, pérdida de cobertura, inmovilización del vehículo e incluso responsabilidades penales. Antes de poner la llave en el contacto, conviene hacerse tres preguntas sencillas: ¿cuánto pesa realmente mi furgoneta?, ¿qué dice mi carnet?, ¿y qué pasaría si tengo un accidente?
En la ficha técnica está la respuesta, pero el sentido común sigue siendo el mejor seguro. Las furgonetas son herramientas extraordinarias, versátiles y capaces, pero también implacables con quien no las respeta. El carnet B abre muchas puertas, pero no todas. Saber dónde acaba su frontera es la diferencia entre disfrutar del viaje o acabar varado en el arcén, con una multa en el bolsillo y una historia que preferirías no tener que contar.