Hace casi un año en EspacioFurgo ya os anunciábamos que las furgonetas con motor de combustión no podrán venderse a partir de 2035, una propuesta de la Comisión Europea que ahora ha sido aprobada por el parlamento comunitario dentro del plan “Fit for 55”. Como paso previo, según ha recordado Fenadismer, los fabricantes de furgonetas deberán reducir en un 50% las emisiones medias de CO2 de los vehículos nuevos que vendan a partir de 2030, en comparación con los comercializados en 2021.

La Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA) ha expresado su incertidumbre por estas propuestas del plan de descarbonización europeo, ya que se trata de unos objetivos “extremadamente desafiantes, que solo se pueden lograr con un aumento masivo en la infraestructura de carga, imprescindible para abastecer a todos los vehículos eléctricos» que deberán reemplazar a fuerte ritmo a los de mecánicas tradicionales.

 

Un informe anual desde 2025

Aunque hay una mayoría de eurodiputados a favor del paquete de medidas, las votaciones en la Eurocámara han reflejado la falta de unanimidad que hay entre los distintos grupos parlamentarios, de ahí que para vigilar el proceso de transición hacia las emisiones cero —tanto de las furgonetas como de los turismos— se haya optado por encargar a la Comisión Europea la elaboración de un informe anual desde el año 2025 en adelante.

Será un documento que deberá reflejar claramente el impacto que tenga el proceso de descarbonización sobre los consumidores, pues obviamente se notará en el precio de los vehículos, al ser los vehículos eléctricos más caros. También deberá analizar las repercusiones en el empleo del sector de automoción, ante posibles recortes de plantillas o en cambios de condiciones laborales; incluso tendrá que observar el efecto de las medidas sobre el mercado de vehículos de segunda mano y sobre el uso de energía renovable.

 

Revisión si hay lagunas en el proceso de electrificación

El propio presidente de ACEA, Oliver Zipse, también ha dejado ver la preocupación de los fabricantes de vehículos ante la inquietud actual, que imposibilita una planificación a largo plazo, pues ha manifestado que “dada la volatilidad y la incertidumbre que experimentamos a nivel mundial día a día, cualquier regulación que vaya más allá de esta década es prematura en esta etapa inicial. En cambio, se necesita una revisión transparente a mitad de camino para definir los objetivos posteriores a 2030”.

Por tanto, más allá de las conclusiones que se puedan sacar de los informes anuales de la Comisión Europea, cuando se acerque la fecha en la que las furgonetas que se vendan en el Viejo Continente hayan reducido en un 50% las emisiones medias de CO2, habrá que ver igualmente si el despliegue de la infraestructura de carga para vehículos eléctricos se ha desarrollado adecuadamente. Asimismo, habrá que evaluar la disponibilidad de materias primas para la producción de baterías y la posibilidad real de responder a toda la demanda que habrá que cubrir de modelos cero emisiones.